Antonio Contardo I por Gabriel Barceló Rico-Avello
Gabriel Barceló Rico-Avello
Socio fundador y socio de honor de Atecyr
Queremos recordar aquí ahora unos acontecimientos que conocimos en el sector en los años sesenta, basado en la innovación tecnológica y en el esfuerzo humano del trabajo diario. Actualmente, su protagonista, aunque nacido en Italia, vive en España, y aquí también radicó parte de su importante actividad industrial, en aquella época.
El trabajo de Antonio Contardo le permitió, en aquellos años, ser innovador y renovador, no solo en la tecnología del frio y de la climatización, si no en el amplio campo del intercambio de calor, en sus múltiples facetas.
Le hemos visitado en su casa de Madrid, y nos ha hecho una breve reseña de su vida de creador e inventor, que como pionero, revolucionó el sector en aquellos años.
Nací en 1935, a los 15 años me enviaron a Argentina, donde residía mi hermano mayor, de treinta años. Estuve allí un año, pero las cosas no me gustaban y no estaba mejor que en Italia. Conseguí ganar dinero para poder pagarme el pasaje, y volví a Milán. Mi padre tenía un pequeño taller de chapa, hacia moldes para hacer los bloques de hielo y las serpentinas relativas. Empecé a trabajar en 1953, antes de cumplir los 18 años, por lo que tuve que ser emancipado, al no ser mayor de edad (21 años entonces). Era una época de postguerra, difícil, pero todos teníamos un objetivo común de reconstrucción del país.
Ya en 1959, una empresa italiana, Riello, inicio la fabricación de equipos de ventana, y me pidieron que en el taller fabricásemos los condensadores y evaporadores. Conocí la tendencia norteamericana de evaporadores de tiro forzado, que superaba los evaporadores estáticos, e inicié su fabricación con gran éxito. Inicie la exportación de estos equipos, primero a Suiza, luego a Francia y también a España.
Contacté con la empresa española Cenit, y con su propietario, Braulio Alfageme del Busto, gallego con intereses en las empresas conserveras. Importaron nuestros evaporadores de tiro forzado, que luego instalaban los frigoristas.
Mientras tanto, Airwell en Francia, iniciaba también la fabricación de equipos individuales de climatización, e incluso, habían concedido licencia de fabricación en España de sus equipos, a los hermanos Cortázar, que me pidieron en 1964, la fabricación en España para evitar los altos aranceles de las baterías de intercambio de calor para estos equipos.
Ante este reto, compre maquinaria en Italia, busque una persona en Italia, lo forme, y constituí la primera empresa Contardo en España, en Alcorcón. Pero la persona seleccionada no funcionó, por lo que busque un ingeniero en España, tampoco funcionó, y en este periodo, mi mujer estuvo al frente de la actividad aquí, hasta que me presentaron a Pablo Martín Suarez en 1965, que acababa de volver de Canadá, trabajaba con Benedicto Aguilera, y se había casado recientemente.
La nueva fábrica empezó a trabajar, pero solo para los equipos de climatización, para refrigeración seguía vendiendo Cenit, los productos Contardo. No existían competidores, los instaladores se fabricaban sus propios climatizadores, existía evaluación global y aranceles del 50% a la importación. Era un escenario muy favorable, y la actividad se incrementaba, también gracias a la labor y eficacia de Pablo. Trasladamos la fábrica a Móstoles. En 1967 la empresa se afianza, y empieza la publicidad en la revista el Instalador, y Pablo extiende la actividad de la empresa.
En 1969 el grupo tenía la fábrica de cabecera en Italia, con casi mil empleados, y fábricas en España y Noruega, con cuatrocientos empleados, y unas sociedades de ingeniería y comercial, con oficinas en Alemania, Francia, Austria y otros países. Fue la primera sociedad de climatización multinacional de Italia. Incluso registré una patente de intercambiador sin tubo, que fue un verdadero éxito, pues reducía el coste de fabricación de los condensadores (esta solución suponiendo una construcción en hierro, no se puede utilizar para intercambiadores húmedos, sino sólo para los secos).
Las aletas tenían un coste reducido, pero lo que más cuesta en un condensador son los tubos de cobre, la idea era una batería sin tubo de cobre, pues este era sustituido por múltiples aletas de hierro, embutidas y soldadas por capilaridad en un horno de hidrogeno. Un hilo de cobre se fundía en el interior, bañaba la parte interior del hueco que formaban las aletas, generando así el equivalente al tubo de cobre. En definitiva, era una idea para abaratar el coste de fabricación con múltiples aletas unidas por soldadura, que dejaban un espacio para la circulación del fluido en su interior, y que permitía una batería robusta y duradera.
Es cierto que los condensadores sin tubos ST, fueron un logro que nos dio mucho prestigio, pero no lo considero un punto fundamental en el éxito global, o al menos no el único logro, pues la facturación que permitían era muy inferior a la de los evaporadores y baterías convencionales equivalentes. En la fotografía se puede apreciar el producto y su tecnología, incluso en 1970 introducimos nuevas mejoras, cambiando las canalizaciones redondas, por ovales.
El producto se extendió por toda Europa, y hoy día sigue fabricándose bajo patente. Fueron concebidas otras muchas innovaciones técnicas, por ejemplo, intercambiadores para amoniaco, con tubo de acero, y exteriormente de aluminio. Era una empresa verdaderamente innovadora, llegando a ser la numero uno en Europa en el sector, en aquel momento.
Pero el éxito de la sociedad yo lo atribuiría también a varios otros factores:
1 Un liderazgo europeo en los evaporadores de tiro forzado, que en España llamaban Contardo. Fuimos los primeros en diseñarlos en aspiración, cuando todos los construían en pulsión, y los dotamos de un compartimiento a prueba de golpes, la competencia los pintaban, pero la gran novedad fue el intercambiador a espacio diferenciado, que aumentaba mucho su uso en las operaciones de desescarche.
Y también el predominio en las grandes baterías para centrales de tratamiento de aire con turbulenciadores en las aletas, y en los tubos que, a pesar de ser conocidos en la literatura técnica, nadie las había desarrollado para frio y AC. En este sector nos ayudó mucho que en Alemania, en esa época, siendo el mercado más importante de Europa, estas baterías eran monopolio de GEA, que las fabricaba como antes de la guerra, es decir con tubos y aletas de hierro, sometiendo el todo a galvanización en caliente. Puesto que esto era un procedimiento alemán, y por lo tanto se suponía que el mejor posible, tuvimos unos cuantos años de tiempo para penetrar en ese mercado, con las baterías de cobre-aluminio, mucho más económicas y ligeras, antes de que, alemanes o no, se resignasen a cambiar de tecnología.
Otra innovación fue la tecnología Alubond. La empresa Ignis, en aquel momento la número uno en Europa en electrodoméstico blanco, firmó con nosotros un acuerdo en 1968 de cesión de tecnología para todas sus batería, (Ver noticia en Corriere de la Sera, del 22 de septiembre de 1968: “Ignis/ Contardo” cesión de know how). Esto suponía un gran prestigio para Contardo, que creaba nuevas tecnologías en sus laboratorios. También los primeros radiadores para auto en tubos y aletas de aluminio, pero esta acción no salió de su fase de infancia por las turbulencias sociales de 1969, no obstante, fue mejorada y adoptada tiempo después por Sofica Renault.
Fuimos una de las primeras empresas italianas en instalar ordenadores IBM, que utilizábamos para calcular intercambiadores para todas nuestras sociedades europeas (datos que enviábamos con télex, todavía no había fax) y nuestras instalaciones de ensayo de intercambiadores eran, entre las poquísimas existentes, las únicas en industrias similares.
2 Una gran acción de promoción (hoy diríamos marketing). A finales de los ’50 e inicio ’60, Italia era conocida en Europa más como exportadora de agrios, que como potencia industrial. De ahí la necesidad de promover nuestra imagen. A partir de 1962, con la inauguración de la nueva fábrica, empezamos a organizar visitas de grupos de clientes, ingenieros consultores, redactores de revista del sector, etc., de toda Europa a nuestras instalaciones; y como estas eran quizás las mejores en aquellos momentos, esto nos ayudó mucho.